Las estrellas siempre están ahí. Busca la tuya.

domingo, 26 de febrero de 2012

Este mensaje es para ti, que has llegado hasta la situación del sufrimiento, y has tomado la decisión de no aceptar mas dolor. Quieres hallar felicidad, pero te asemejas al hombre que "cree haber perdido su caballo, se pasa toda la vida buscándolo, y al final descubre que siempre estuvo montado en el" (chuang Tzu).
Estas habituado a tener la atención dirigida hacia afuera, para percibir con la mente todo aquello que es exterior a ti. Dejas que la mente interprete cuál es el mundo real. Permites que designe lo que tu eres, según la comparación con las fachadas que fabrican los demás. Es ella quien decide si eres pobre o rico, bonita o fea, bueno o malo, poderoso o miserable, talentoso o bruto. Y luego pasas la vida anhelando ser aquello que no eres, tener aquello que no posees y sufres enormemente porque no puedes alcanzarlo.
Cuando construyes tu realidad con la mente, el pensamiento siempre está en movimiento. Viajas al pasado a recorrer una y otra vez aquellos eventos traumáticos donde te quedaste atascado. Repasas el dolor y dramatizas diálogos interminables de lo que podrías haber hecho y lo que deberías haber dicho. En este proceso pierdes tu salud, tu alegría, y el mundo parece gris y desabrido.
La mente no sabe vivir el tiempo presente, porque está demasiado ocupada para percibirlo. Si no está rebuscando en los archivos del dolor, estará planeando el futuro dentro de los parámetros de lo que ya has vivido. Ella no tiene posibilidades de aceptar algo diferente a lo que ya conoce, ni tampoco consigue manipular lo que vendrá para complacer tus deseos y apetencias. Los pensamientos proyectados al futuro te paralizaran de miedo, porque se enfrentan con la incertidumbre. Y el miedo es tu peor consejero, recuérdalo. Si lo aceptas como huésped te atraerá precisamente aquello que mas temes.
Cuando tomas la determinación de ser feliz, solo hay un cambio que debes hacer para lograrlo. Usa tu facultad de atención, y dirígela hacia adentro. Lo primero que trascenderás será el concepto del tiempo. Te darás cuenta de que el pasado no existe ya y que, para ser libre, debes diluirlo. Que el futuro se sale de tus manos, pues su único elemento fijo es la inseguridad. Es así porque la eficacia de tu aprendizaje depende ampliamente del hecho de enfrentarte con aquello que ignoras.
Solo puedes ser feliz en el “aqui y el ahora”, que es lo único que es tuyo. Ese “aqui y ahora” tienes que vivirlo, no con la mente y sus juicios interminables, sino con la conciencia de tu cuerpo físico y su inteligencia celular. Esto lo consigues si cultivas la atención enfocada hacia tu interior. Desde allí se te revelara un universo nuevo, espiritual y perfecto.
El “aqui y el ahora” te permite disfrutar del regalo que son tus sentidos, el olfato, la vista, el tacto, el gusto y el oído, que están ahí para realzar la vivencia de las maravillas que te rodean. Cuando la mente interfiera para sabotear tu percepción, vuelve inmediatamente tu atención hacia el cuerpo. Hay dos formas eficientes de lograrlo: puedes hacer conciente tu respiración, o conectarte con los latidos del corazón, tomándote el pulso.
Permite que el pasado se disipe con el convencimiento de que siempre hiciste lo mejor que pudiste. El futuro dejara de amenazarte si sabes que siempre estas bajo el cuidado de la provisión divina, que es perfecta. Tu perteneces ahora a la eternidad, que equivale al enfoque conciente en el “aqui y el ahora”. Este es el secreto de un hombre, que al acercarse el final de su vida sabe morir, simplemente porque ha sabido vivir.

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