Las estrellas siempre están ahí. Busca la tuya.

viernes, 15 de abril de 2011

Kamala, segunda parte de Siddharta.

La caída del velo de Maya.*
"A cada paso del camino aprendía Siddharta cosas nuevas, pues el mundo se encontraba cambiado, y su corazón se solazaba. Veía salir el sol por encima de los montes verdes y lo veía ponerse sobre la lejana playa de palmeras. Por la noche contemplaba las estrellas, ordenadas en el cielo, y la luna creciente flotando en el azul, como una barca. Observaba los árboles, los astros, los animales, las nubes, las lejanas y altas montañas, azules y suaves; los pájaros y las abejas que zumbaban, el viento que soplaba sobre los campos de arroz.
Todo ello siempre había existido de mil maneras diferentes y en multitud de colores, siempre había brilIado el sol y la luna; siempre los ríos habían murmurado y las abejas habían zumbado. Sin embargo, en otros tiempos, todo ello no fue más que un velo pasajero y engañoso para el ojo de Siddharta, que observaba con desconfianza; como penetraba en todo con el pensamiento, y no queriendo destruir lo que no era sustancia, resultó que la sustancia se le colocó más allá de lo visible.
Pero ahora, su ojo libre veía más cerca, observaba y comprendía lo que se hallaba ante su vista; buscaba su patria en este mundo, y no en la sustancia; su fin ya no estaba en el más allá. El mundo era bello, si se lo contemplaba con la sencillez de un niño. Hermosas eran la luna y las estrellas, el riachuelo y la orilla, el bosque y la roca, la oveja y el cárabo dorado, la flor y la mariposa.
Bello y gozoso era el caminar por este mundo, de manera tan infantil, tan despierta, tan abierta a lo cercano, tan confiada. El calor del sol sobre la cabeza era diferente, igual que el frescor de la sombra del bosque, el sabor del riachuelo y de la cisterna, de la calabaza y del plátano. Los días eran cortos, y también las noches; cada hora huía con rapidez, como una vela sobre el mar, la de un barco repleto de riquezas, de alegrías. Siddharta veía una familia de monos saltando por las copas de los árboles y escuchaba un canto ávido y salvaje. Siddharta miraba cómo un carnero perseguía a una oveja y cómo luego se juntaron. En el lago cubierto de cañas observó al lucio hambriento cazando de noche; delante de él saltaban en el agua los peces jóvenes, llenos de miedo, y los remolinos que originaba el impetuoso cazador llevaban el hálito imperioso de la fuerza y la pasión.
Todo eso siempre había existido, y él no se había percatado, no había participado del mundo. Ahora sí. Por su ojo pasaba la luz y la sombra, por su corazón circulaban las estrellas y la luna."
*El título es mío. Creo que no hay forma mejor de explicar el fin de Maya que con este texto de Hermann Hesse.
:-)

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