Las estrellas siempre están ahí. Busca la tuya.

sábado, 7 de mayo de 2011

Lágrimas

Ayer por la mañana llegué a casa después del trabajo.
Estuve leyendo a Osho. Unas frases muy bellas con una respuesta importante.


“Chiyono era una monja. Desde de haber estado disfrutando ciertas actitudes sutiles de santurronería, de erudición, de virtud; su renuncia era grande. “Mira mi renuncia, mira mi desapego del cuerpo: me importa un bledo la belleza; (sé desfiguró su cara)… estoy decidida a encontrar la iluminación, cueste lo que cueste.” Y siguió perdiéndosela.
Pero una noche de lucha llena sucedió. Sucedió inesperadamente, de repente. Siempre sucede de repente. Todo lo que había hecho no la había causado, pero todo lo que había hecho había causado una cosa en ella: el entendimiento de que todo lo que haces fracasa, de que el hombre no puede triunfar.
Debió haber llegado a un estado de absoluta desesperanza. Esa desesperanza solo se puede sentir cuando has hecho todo lo que podías hacer. Y cuando llega esa desesperanza, ha llegado la esperanza, porque en esa desesperanza el ego se viene abajo. Ya no exiges.
El ego sólo desaparece de la cima, cuando ha llegado a su punto culminante.
Cuando has explorado, buscado, en todas direcciones posibles, y siempre has fracasado, tu única experiencia ha sido la del fracaso, ¿cuánto tiempo puedes continuar buscando, explorando? (¿o cuánto tiempo sin saber que buscas?)
Un día, la búsqueda y la exploración cesan….”
“Esa noche, Buda llegó a saber que no se puede hacer nada, nada en absoluto. Ve esto, tiene una tremenda belleza: no se puede hacer nada, nada en absoluto. Se relajó. Su cuerpo debió de estar en un estado de dejarse ir, su corazón en un estado de dejarse ir. Ningún deseo, ningún futuro: este momento lo era todo.”
“A menos que el silencio surja de tu propio ser, no impuesto desde el exterior al interior, sino que llega a la inversa; llega, brota desde el interior al exterior…”

“Deja que el silencio descienda sobre ti en vez de imponerlo. El silencio impuesto es artificial, arbitrario.”
“Y el día que descienda a ti el silencio, lo comprenderás, sin ni siquiera una huella.”
“Y cuando sucede este estado, el silencio desciende a ti y te sobrecoge, y no sabes si estás mirando hacia adentro o hacía afuera; no sabes quién es el que mira, y quién es el mirado. Entonces no puedes decir quién eres. Eres; de hecho eres por primera ves, pero ¿qué? No vendrá ninguna respuesta.”
Uno ha desaparecido…”

Y dejé de leer.
¿Por qué a mí? – Me pregunté. Yo que ni siquiera entendía nada de todo esto, que me hubieran sonado a chino estás frases de Osho.
¿Por qué a mí? Cuanta gente buscando, trabajando, meditando. Cuanta gente que ha hecho muchos más méritos y sacrificios y debería haber encontrado el Camino. Y no yo. Y me sentí identificada y contenta.


Y entonces lloré. Llegaron de lo más profundo. Unas pequeñas lágrimas aparecieron en mis ojos. Han tardado un año, ¡un año entero!
Creí que nunca más podría llorar; las había acabado después de días enteros llorando, limpiando, NACIENDO… y allí estaban de nuevo, frescas, limpias, sonrientes…
Sin haberlas esperado.

La puerta hacía la Vida.

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