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jueves, 3 de febrero de 2011

Un estereotipo.

El otro día, hablando con un señor, me dijo que "los ricos son felices".
Bueno, la verdad es que no quise debatir esa idea tan estereotipada y tan programada dentro de nosotros.
Una persona con salud, trabajo, sitio donde vivir, con las necesidades básicas super-cubiertas, con dinero en el bolsillo, yo le considero rico.
El problema radica, creo yo, en la "necesidad" de:
1- creer conocer a todos los ricos y sus interioridades ( o sea, saber si, sin máscaras externas, son realmente felices con su dinero).
2-seguir con la programación mental impuesta ( capitalista y consumista) de que con dinero se es feliz.
3-no estar contento ni agradecer lo que tenemos.
4-compararse continuamente sin saber nada de los demás.
5-vivir en la ilusión de que mañana o pasado, si "tuviera" o si "consigo" esto o lo otro, seremos felices.
6-seguir pensando que la felicidad es cosa externa.
etc., etc.

"No es más feliz quien más tiene, sino quien menos necesita".




"Nuestro tiempo está signado, indudablemente, por la crisis. Vivimos los estragos de la pérdida de ideales, el trastocamiento de valores y la consecuencia pérdida de sentido de la vida humana. Pareciera que el hombre ha olvidado la clave de su propia identidad y con ello el rumbo de su existencia.

Hablamos de un hombre que anhela profundamente la felicidad pero que, al no conocerse, opta por caminos errados, por rutas sin destino. Hablamos de los sucedáneos, de sustitutos que, con apariencia de bien, tratan de saciar las aspiraciones últimas del hombre, el anhelo de infinito que habita en su corazón, con respuestas finitas y parciales como el poder, el placer y el tener.

Esto forma parte de una cultura de muerte que trae, entre otras cosas, dos consecuencias funestas. Por un lado, arraiga en el hombre un hábito de procurar saciar sus necesidades no con lo que realmente sacia, sino con meros sucedáneos por el solo hecho de que resultan más cómodos de adquirir, fabricados al por mayor y ofrecidos bajo coloridas etiquetas. Es la opción por los facilismos, por tomar in supuesto atajo que en realidad conduce a un abismo de mediocridad. ¿Para qué buscar amistades auténticas si todo el mundo prefiere relaciones superficiales? ¿Para qué buscar un amor profundo y puro si basta con sentirse bien? ¿Para qué morir por ideales si ya nadie creo en ellos e igual sobrevive? ¿Para qué buscar ser auténticamente valioso si basta con aparentar lo que el resto quiere ver?

La otra consecuencia es que se cae en una terrible inconsciencia. El ser humano pierde sensibilidad frente a sus propios dinamismos fundamentales. Se hace incapaz de oír los anhelos de su corazón endureciendo, y no sólo decodificando equivocadamente sus necesidades profundas, sino que se hace sordo a ellas y a sí mismo. Por ello el hombre vive alienado, ajeno al palpitar de su corazón.

Sobreviene entonces una frustración profunda, ya que en el fondo las necesidades del hombre no son saciadas, sus dinamismos fundamentales se ven truncos y el hambre interior persiste, añadiendo a la insatisfacción existencial la angustia de no encontrar respuestas a la medida de sus aspiraciones."
(Juan Pablo II).

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